domingo, 14 de noviembre de 2010

traduttore, traditore

Todo el mundo tiene una afición. Todos sabemos que hay algo que nos apasiona, pensad un poco en ello... Unos hacen deporte y trabajan por y para él. Otros prefieren videojuegos o tebeos, y se gastan su paga de estudiante o su sueldo en muñecos, revistas, videoconsolas, etc. Otros viven a través de los suyos, y se tiran el día llamando y preguntado, maquinando y contando. Otros cocinan, salen de fiesta, estudian bichos, hablan de astronomía, bailan y cantan, o hacen croché.
A mí me apasiona analizar las relaciones humanas y, si son entre personas muy distintas, mejor. Creo que por eso estudio lo que estudio, y tengo la gran suerte de haberlo elegido y poder dedicarme a ello por vocación. Me gusta actuar de mediadora, y acercar la vida de un sujeto A a un sujeto B que no tienen nada que ver.
Me encanta la historia que escribieron las personas que estaban antes que nosotros. Me entretiene ver que imperios se han erigido porque había alguien que se lo propuso y tenía capacidad de líder, que hay alianzas que se han alcanzado porque había un amor detrás, o que hay pueblos que desaparecieron por disputas causadas por celos o envidia entre dos personas. Y, sobre todo, me interesa la lengua como medio de transporte entre una cultura y otra. Según donde vivamos o lo que hemos visto, tenemos palabras para nombrar elementos que nos son cotidianos, pero si salimos de nuestra ciudad, de nuestro país, o de nuestro continente, nos perdemos.
Me hace gracia cuando las personas no entienden que cada lengua no es más que un código, y sienten miedo por un sitio y un lenguaje desconocido, o vergüenza por pensar cómo les verán a ellos, sin darse cuenta de que al fin y al cabo somos todos iguales en la base, nos movemos por los mismos instintos, buscamos sobrevivir en nuestro medio, y queremos hacerlo rodeados por los nuestros, en mayor o menos medida.
En la base, digo, pero no en la corteza. Ahí es donde entramos los traductores. Me siento dichosa de haber podido estudiar la pragmática social y cognitiva que se esconde detrás de un lenguaje, como reflejo de una cultura o de un bagaje personal del individuo.
Es interesante ver los mismos sentimientos, las mismas actuaciones, o las mismas preocupaciones básicas en personas con lengua, nivel cultural y experiencias personales diferentes.
Para mí el tomate es una verdura, pero para el inglés es una fruta.
Yo grito cuando hablo, y me acerco, pero en el resto de Europa no se hace, y en puntos de Asia es una ofensa grave.
Hablamos rápido y no nos entienden, y si para nosotros alguien habla lento nos aburre.
Yo digo chalecos, chícharos, botines, mientras en una ciudad a 300kms son sudaderas, alubias, y zapatillas deportivas.
Unos buscan la economía del lenguaje de una forma, y a otros les parece incorrecta por otros motivos, mientras que cambian la norma en otros aspectos incoherente.
A lo largo de la historia, ¿habrán muerto miles y miles de personas por no haber llegado a un entendimiento? ¿o por no entender la cultura de la otra persona? ¿o por no ver que no entiende algo que para nosotros es normal?
Eso es lo que me apasiona de la lengua, no las palabras, que las elegimos nosotros aleatoriamente casi, sino lo que hay detrás.
Me interesan las personas, me interesa la función comunicativa que pueblos de sitios muy dispares puedan tener. Me deja sin palabras ver que gente que no ha vivido ni vivirá lo mismo pueden hacerle un guiño a la cercanía.
Creo que las palabras nunca deben ir de la mano de los intereses económicos, políticos, materiales, etc. sino solo de las personas y su cultura: lo que desearon, lo que intentaron, lo que presenciaron, lo que soñaron, lo que vieron, lo que vivieron y lo que no pudieron vivir...
Yo solo soy una entre casi una decena de miles de millones, pero aquí está mi pequeño rinconcito, por si alguien quiere que comparta mi visión del mundo, mis experiencias, o mi manera de ver las cosas.

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