jueves, 3 de octubre de 2013

'UMI DA'IBAT




Muchas serán las veces que la vida te obligue a disfrazarte, a camuflarte entre otros, a abandonar tu instinto animal, e incluso que permita que un trozo de tela te amordace y que tengas una capa gruesa de maquillaje hasta en el corazón, tapando todas las irregularidades de su sangre a borbotones, de la naturaleza genuinamente imperfecta de ese motor que te hace una persona única. Serán las veces que sientas que no eres ni la sombra de quien algún día fuiste, y que hubo sueños que se perdieron por el camino.

Es entonces cuando tienes que recordártelo, si no quieres que tu yo más subversivo se lance de cabeza a una mesa camilla con brasero y castañas, entre tanto “pragmatismo” impuesto por los de siempre.
Los buenos navegantes de antaño sabrían bien qué se podía encontrar en la punta de la aguja que señalaba el norte magnético del planeta en la brújula, después de siglos de costumización de una T referente al viento de Tramontana o viento del norte.

La flor de lis, monarquías rancias aparte, siempre fue el emblema de aquellos que marcaban bien su norte personal, la dirección de sus valores y su forma de ver, disfrutar y recibir la vida cada día. Para mí, tiene además el matiz del recuerdo; esos pequeños fragmentos de una línea que, cuando disfruté, significaron felicidad; y que cuando dolieron, supusieron una experiencia de aprendizaje. Y no estamos aquí más que para aprender.


 Mis principios van a la espalda a fuego, so pena de que pesen cuando no me convengan, como esa mochila que se ha ido, que se va, y que se irá llenando en los lugares más recónditos del planeta, con personas de culturas distintas, de lenguas diferentes, pero que enriquecerán un poco más mi paso por este pequeño mundo nuestro.