martes, 31 de mayo de 2011

Crónicas desde la Polish Room






LIVE THE DREAM
Y por una vez llevaba razón sin darme cuenta. Sabía que no iba a ser lo de siempre. Ahora sí puedo decirlo a ciencia cierta...

Bien, hoy por hoy, tengo ganas de más, ahora que he vivido el sueño de una manera distinta.
En breve vuelvo a casa, y sé que en todas esas horas de camino y espera tendré algo más de tiempo para recomponer mis pedacitos de recuerdos de estas semanas, los pequeños flashes de momentos que vienen y van en el rincón más asombroso y restaurador que conozco del planeta. Solo intentaré, en los días que me quedan, aprovechar al máximo lo que este sitio me ofrece. Que he aprendido, está claro que sí, y mucho, cumpliendo así el primer objetivo de mi viaje…

Unas notas en un billete de tren… (Kandersteg - Brig)
Es ahora cuando vuelvo a casa con ojeras, de haber dormido poco, entre las últimas noches de fiesta, de películas con todos, de charlas en cualquier idioma de madrugada en la staff room, y de, aún con todo lo anterior a cuestas, levantarme a las 7.00h para ponerme en marcha.
La peor noche, quizás, sea la de hoy, la que más larga se hace en un aeropuerto, aún masticando todo lo que acaba de sucederme y queriendo retener en la retina cualquier fotograma de las últimas semanas…
Olvidarme no podría de esas mañanas (o lo que fuera aquello, debido al cambio de horario suizo), frente al ordenador, traduciendo “el sueño”, para que niños como los míos (y no tan niños) puedan disfrutar, como estoy haciéndolo yo, del pequeño rinconcito escondido entre las montañas alpinas, donde da igual lo que quieras, de donde vengas, lo que sepas o la lengua en la que hables: siempre hay un hueco para ti.
Quería siempre que llegaran aquellos coffee-breaks donde los pinkies me preguntaban cómo me iba el trabajo, y cómo me encontraba… y donde empapábamos todos el último cotilleo del día con té de vainilla y con nutella, los más suertudos.
Unas salidas cayeron a dessies, a mcdoris, al gemmitavern, o incluso el bar del salón principal, cantando hasta quedarnos afónicos con todo el bureau mundial, donde me encantó convertirme en la mejor embajadora llevando como bandera solo una sonrisa de oreja a oreja ante gente que llegaba de Etiopía, Honduras, Ecuador, Angola, Panamá o Rusia, entre otros países de cualquier rincón del planeta.
En mis días libres salía ilusionada a escalar o para subir una montaña, llegar a un refugio y alcanzar un pico más, de esos que vemos nada más llegar aquí.
No olvidaré todas aquellas conversaciones sobre eso que nos une a todos, el sueño de dejar el mundo un poquito mejor de cómo lo encontramos. De escultismo mundial, y de cómo son de distintas las sociedades dependiendo del país en el que hayamos nacido. Interminables eran las noches en las que debatíamos sobre el papel de la educación de nuestros niños, sobre lo moral e inmoral para unos y otros, sobre el papel de la mujer en unos y otros países. De vez en cuando, mientras hablábamos, la nieve caía. Oscurecía así, y a la siguiente tardecita nos tumbábamos al solecito calentito, metiendo los pies en el río, relajados y sin decir ni mu.
Es aquel sitio, un chalé situado a 1200m que se lleva tu respiración nada más que abres los ojos. Sorprendida y atónita me quedé cuando dormí por primera vez en la staff room con todos los demás y me llevé conmigo para siempre la panorámica más asombrosa de aquellas cumbres desde los grandes ventanales de la casita de madera que dan al cielo.


Ahora el segundo billete… (Brig - Domodossola)
Que me desearan las buenas noches en mi idioma, con acentos extraños, y alguno que otro gritando “buenas noches, chica bonita”, me encantaba. Unos recuerdos de mis otras visitas me venían a la mente, cuando contaba con un besito antes de dormir de mis amigos y un “ Ey, see you tomorrow my princess Rocío” en un inglés castellano-leonés de lo más divertido.
Eché de menos también aquel “y perderme siempre entre mis ganas… y ahogarme en su instinto felino” con el que mi compi de cama, de sonrisas y de abrazos más que necesitados nos deleitaba a todos en el upperhut.
Romperé mi escrito quedándome con eso, porque ya llego a la siguiente etapa de mi camino, y debo dejarlo todo preparadito.

¿Todavía me quedan más trenes?... (Domodossola – Milano, stazione centrale)
El cambio de las verdes praderas y las casitas de madera suizas a los edificios grises del norte de Italia se me hace raro. Como también he notado el cambio de estar acostumbrada a hablar en inglés y ahora soltar un “scusi, quando parte il prossimo treno per la stazione centrale?” y un “ah, bene, grazie mille”, tras lo cual he salido corriendo porque por poco perdía el último tren del día y, por consiguiente, el vuelo de vuelta a casa. ¡Oh,oh… rubia, que te quedas aquí!

Nos volvemos al sueño, donde todos los días me despertaba enérgicamente muy temprano porque tenía ganas de ver qué vídeo especial tenía alguno de los pinkies para los demás, y ver tanto rosa junto y sonriente.
Me gustaban mis llaves que todo lo abrían, los “oh… fuck off”, y que me buscaran aceite de oliva porque les señalaba el de girasol gritando “unhealthy, unhealthy” o que fueran a traerme ricas “plums”, y que no me dejaran dormir sola porque decía que me daba miedo el fantasma del viejo chalé (cuando, en realidad, el que me conoce sabe que es la oscuridad y nada más que la oscuridad). Imagino que es para sentirse especial cuando ya tenían todo preparado para ver cierta película y… Graciosa yo, llegaba diciendo que la tenía apalabrada en casa, y por verme poner caritas, la cambiaron entre sonrisas.

Otro billete… Ahora de autobús (Milano – Aeroporto di Bergamo)

Es cierto que no solo el entorno privilegiado del que disponía lo hacía todo mágico, sino esa sensación de campamento, de amistad y de unión a unas personas que hicieron todo lo posible por hacerme sentir dentro de un hogar. Cada noche que pase como ésta hace que me dé cuenta de cuánto echaré de menos a aquellas personitas rosas…
Hoy será mi primera noche sola en mucho tiempo, en un frío aeropuerto donde tengo que estar pendiente de mi mochila, y donde hacen lo imposible para que no estemos cómodos. Aquí nos levantan a gritos diciendo que no nos estiremos, que las puertas de embarque están abiertas a las 3:00h, nos dejan el aire acondicionado para que pasemos frío, pasan las máquinas limpiando y emiten unos pitidos ensordecedores.
Recuerdo mucho la diferencia entre lo que vivía allí, y lo que me hacen soportar aquí. Todo será que el destino no quiere que me olvide fácilmente de aquel lugar.

Es que no sé qué me ocurre, que aunque tuviera que desesperarme en otra noche como esta, tengo claro que necesito volver…
De todas formas, he aprendido que necesito más... Es verdad que, como dice el anuncio de cierta cerveza…
Me es necesario el sur para tener claro el norte, y lo que quiero ahora es ese calor... Es el agua, la sal, la playa, y mi limonerito. NO tener que pensar en varios idiomas a la vez por unos días, Sol y a los míos…



viernes, 13 de mayo de 2011

Crónicas desde la Irish Room




Dentro de mí ya sabía que sería muy distinto esta vez. No podría decir a día de hoy, y probablemente cuando vuelva tampoco, si mejor o no.

Lo que estaba claro es que esta vez iba a ser especial, aunque no contara con un pequeño ejército español que me sacara sonrisas desde que abriera los ojos hasta que los cerrara.
Quizá lo más raro esté siendo que las luces del Old Chalet se vayan encendiendo por los pasillos solo porque paso yo, y no porque alguien haya pasado justo antes, o que no tenga a nadie acurrucadito al lado a la hora de dormir, o que las Guest Kitchens no suenen a guitarra y a casa.

Algo me decía que me iba a parar mucho más a disfrutar de las pequeñas cosas de este sitio, ya que la magia que te desborda nada más llegar ya la conocía. Ahora saboreo cada detalle al máximo.
Hice el camino entre aviones, autobuses y trenes casi automáticamente, sabiendo en qué andén o en qué dársena estaba la etapa siguiente, y aun así tardé casi medio día en llegar, con mucha suerte.
Desde que llegué a la estación de tren y me recogieron hasta ahora, he sentido un cariño muy especial, y he podido ser testigo de cómo son en realidad las cosas con esas poquitas personas de color rosa.
Es como una familia de muchas nacionalidades, cada uno de su padre y madre, y te dan la bienvenida como a uno más. Ya no sólo en los pequeños detalles como los cartelitos de “Special food for Ro :)” o la camiseta verde de "Helper at KISC" dobladita encima de la mesa, o el juego de llaves del reino que me hicieron llegar, sino en todo... Me proponen planes para hacer de todo, me preguntan si me apetece esto o lo otro siempre, me ofrecen su ayuda sin pedirla siquiera, me tratan como si llevara aquí desde hace mucho más que solo estos 3 días.
Siempre llega alguien a preguntarte cómo va tu trabajo, si te gusta, si ha sido duro, si estás acostumbrada a hacer esas cosas, si te gusta esto, si te encuentras bien.
Pues en pocos sitios me encuentro tan bien como aquí. Esta casita de madera en medio de los Alpes rebosa una armonía y una paz inimaginables.
Me encanta que todo el mundo siempre tenga una sonrisa en la cara, que sean tan abiertos con personas tan distintas a ellos mismos, que haya música por todos sitios. Adoro levantarme y que lo primero que mis ojos vean sean esas majestuosas montañas que me rodean, las cascadas que caen fuerte, la bruma de por la mañana, el sol de media tarde que no quema, la brisa que corre entre los abetos, el río Kander que, cristalino, pasa por nuestra puerta, y cualquier pinkie en bicicleta que te sonríe o te guiña un ojo.
Aun es pronto para saber cómo va a ir todo, pero tengo muchas ganas de las aventuras que sé que están por venir, y recibiré de buena gana todas las sorpresas que este sitio me depare, porque estoy convencida de que aquí voy a aprender y voy a disfrutar. Al menos no estoy dispuesta a desaprovechar esta oportunidad que se me brinda en un entorno inmejorable, sino a sacarle el máximo partido.
Lo único malo es que creo que la experiencia de estas semanas me va a dejar la miel en los labios, y que no voy a poder saciarme en bastante tiempo. Si ya las Spanish Work Parties crean adicción a Kandersteg y todo lo que significa, no quiero pensar en qué asociación para la ayuda contra la drogadicción tendré que ingresar en dos semanas.