lunes, 13 de agosto de 2012

A ti, ladrón






A ti, cochina rata embustera. A ti, parásito de la sociedad y de tu entorno. A ti, camorrista cobarde achantado a victimista cuando siente la presión policial. A ti, aprovechado de la situación y aventajado de una justicia que creerá que eres inocente hasta que yo tenga que demostrar que me has jodido. A ti, bestia floja que no dobla el lomo, enmascarado y mecido por una crisis actual. A ti, joven conformista que vive en la inmundicia a falta de una motivación mejor que hacer el cafre con los colegas y emplear el tiempo en el salón de su casa con el triplete play-porros-birra. 

A ti, ser que no ve en sus semejantes nada más que un objetivo para sacar tajada. A ti, sanguijuela a la que nunca enseñaron la empatía con uno de los suyos. A ti, mequetrefe de medio pelo que nunca conoció el valor de la confianza, el respeto por la palabra de alguien, o el vínculo inmortal de un choque de manos. A ti, que confundiste la honradez, el sacrificio y la austeridad de alguien con una riqueza que juzgaste superflua. A ti, que te creíste Robin Hood y decidiste que eras el pobre que más merecía. 

A ti, que nunca dormirás seguro porque siempre habrá alguien a quien engañaste señalándote con el dedo, ¡y apuntando en la dirección correcta! A ti, que te jactas de no haber tenido cojones ni para acabarte un libro nunca. A ti, negado de la vida que no conocerá la plenitud y la recompensa por el trabajo bien hecho. A ti, que jamás sabrás qué es sentirse satisfecho por vivir de acuerdo con los valores que tú mismo elijas, y con las metas que sólo tú te marques. A ti, que le diste más importancia a lo material que a tu conciencia.

A ti, ratero, que lo único para lo que me has servido es como llamada de atención para identificar a la gente de tu calaña que se cruce nuevamente en mi vida. A ti, que hiciste que subiera la guardia hasta el punto de que ahora desconfío más de la gente de lo que jamás hubiera pensado ni querido. A ti, que me hiciste plantearme de nuevo, pero con más intensidad, cómo cuando se le tiende la mano a un perro sarnoso puede llegar a mordértela.

A ti, hijo de la grandísima puta, a ti. Te deseo que te devuelvan el daño que provoques diez por cien veces; y que, al final de tus días en este mundo, caigas en el poco sentido que ha tenido tu nauseabunda existencia, esa que se limitó a poner comida en un plato y buscar la manera más fácil de causar, cuando no dolor, lástima a los demás.

viernes, 27 de julio de 2012

Mi carta a Sus Majestades de Oriente o "panem et circenses"






Señor Presidente del Gobierno:
Soy consciente de que no malgasto oportunidad alguna de ponerle a caldo, encargándose usted de darme motivos y argumentos suficientes para ello. Sé que quizá no he sido objetiva porque no alcanzo a ver cuán difícil puede ser levantar un país al completo, en el caso de que se esté levantando. Llego a entender que vuesa merced no tiene culpa de haber sido elegido por tantos y que, seguramente, pondría toda su ilusión en hacer lo mejor por todos ellos.

Y, por ello, debo decirle que he recapacitado. Sí, “mireustez”, aquí donde me ve.
Debemos apretarnos el cinturón, sí. 
Pues claro que veo que hay que apretarse el cinturón, pero no al cuello hasta quedar asfixiados, tampoco le deseo eso. Hago énfasis en que no se lo deseo a usted, porque parece que junto con sus secuaces, es el que queda. Si en ello estamos, mejor que lo hagamos todos ya que, como bien sabrá, solo se enseña siendo un modelo a seguir en aquello que se quiere transmitir. No vale un “cuando seas presidente comerás huevos”, porque casi ninguno de los presentes lo será después de usted.

¿Verdad que desde el Palacio de La Moncloa no se ve tan mal que aquellos hipotecados que perdieron su trabajo estén en la calle (o, los más suertudos, en casa de los abuelos con el rabito entre las piernas) mientras hay viviendas desocupadas, pertenecientes a bancos juguetones declarados insolventes y que han recibido abonos de las arcas públicas bajo su atenta supervisión?

¿Verdad que recortarse un 15% el sueldo (casi como mi hermano mileurista, con estudios universitarios, padre de dos niños pequeños, y que está ya en el último agujero del susodicho cinturón) no le supone tanto a cada español? Usted lo hace, gracias por el detalle, y solo cuenta ahora con la miseria de 78.105,04€ anuales, según Ley de Presupuestos Generales del Estado para este año, y con lo que percibe por ser el secretario general del PP más con, tachán, mantener su plaza como registrador de la propiedad. Bastante parejo con el tiento de 100.000€ mínimos que le dan al pastel sus compañeros en el Gobierno.

Mi condición de solemne rubia al menos me da como para advertir que ser el presi entraña una dificultad extrema, sobre todo, dada la situación que tenía a sus espaldas.

Lo que no me cabe en la cabeza es por qué yo tengo un período de prueba de dos meses con el actual contrato que acabo de firmar, por el que la empresa se asegura el derecho de mandarme de un puntapié a mi puñetera casa si no soy capaz de desempeñar las funciones para las que me admitieron, y usted no.
Tampoco hay sitio en mi cogote para ese razonamiento por el que usted y sus secuaces viajan en una flota de coches de alta gama y yo tengo el abono mensual del Metro de Madrid, al que se le sube el precio día sí y día también.

Me falta espacio intracraneal además para saber por qué sube el IRPF y el IVA mientras los presidentes de los clubes de fútbol se jactan de deber cientos de millones al país y que Hacienda (que somos todos pero, al parecer, unos más que otros) no les aprieta las tuercas porque es el entretenimiento del pueblo, desde el niño más pequeño hasta usted, señor presidente.

No entiendo el porqué de esas primas (que no se quedan en casa, por cierto) para los jugadores de este mismo deporte, las cuales no van a poder gastar en vida, mientras se acaba con la paga de Navidad de un funcionario que ya de hacendado sólo concebía la marca blanca. No me explico ese número de asesores amiguitos por las altas esferas mientras los ayuntamientos no tienen liquidez para pagar a profesionales. Cuénteme, Don Mariano, por qué se va a Polonia y no se persona en el Congreso. Dígame por qué no se lo costea usted mismo, al menos, mientras que las PYMES sigan congelando algunas mensualidades de sus trabajadores, mientras que el hospital de mi hermano no le abone los cateterismos que realiza a los pacientes. Mientras que mi abuela pague su tratamiento médico y si a mi hermana pequeña no le suben los créditos de la universidad un “ypicomil” por ciento el próximo curso.

La verdad es que he recapacitado, como le decía. Ahora le seguiría sin votar, pero en vez de mirarle con asco le miraría expectante, porque estoy segura de que todo se resume en que yo no entiendo de política y en que soy una carajota de bandera. Usted tiene la clave para ayudarnos a todos, no me cabe duda, porque no podría explicarme su actitud de otra manera. Yo, si voy conduciendo un coche, tampoco me molesto lo más mínimo en escuchar al copiloto si sé la ruta perfectamente.

Sólo tengo una humilde petición (petición porque, aunque lo considere un derecho innegable, no quiero olvidar las formas). 
Por favor, en vez de ofrecerme los peces que usted crea convenientes para mí, déme las redes para pescar. En vez de abrirme el grifo estropeado con el caudal de agua que usted estime conveniente, suminístreme las herramientas necesarias para arreglarlo. Sin ser desagradecida, me da grimita que me dé la mano, y no deseo que me guíe por dónde no hay barrancos mientras sigue la venda en mis ojos; quiero un mapa.


También quiero que me explique cómo es capaz de hacer caso omiso ante todo lo que le chilla un pueblo. Transmítame por qué debo quedarme en este país suyo que no me ofrece un futuro sólido, aparte de que sea mi casa y albergue a mis seres queridos. Sólo eso. Aunque quizás sí que me he colado en deseos con esta carta a los Reyes Magos y usted no vaya a explicarme absolutamente nada. No porque no quiera, sino porque simplemente usted no sea capaz.



viernes, 22 de junio de 2012

La fábula de la tortuga y la liebre...






Aquella vieja caravana blanca, casi más parecida a una nevera gigante sin enchufe que a otra cosa, no nos iba a dar más veranos inolvidables. Ya la amortizamos bastante con aquellos años recorriéndonos las montañas al norte del país, y las playas al sur del país vecino. Se quedó aparcada en el Algarve portugués hasta que, al fin, decidimos venderla. Fuimos a realizar el trueque, tal día como hoy hace diez años. Paramos en ese pueblecito fronterizo a desayunar y comprar el periódico en español, como acostumbrábamos a hacer siempre que visitábamos aquello. No sé ya a qué vinieron, pero aquellas palabras se me quedaron grabadas.


Por eso, hoy me engancho a esa vieja bicicleta tuya, quinceañera perdida en medio de la edad del pavo, que no responde a los cambios y no tiene amortiguación alguna. Solo quería sentirte un poco más cerca y demostrarte que sí, que sé que lo que empiezo lo tengo que acabar, tal y como me dijiste aquél día. Aunque sean 300 kilómetros y más de diez horas.


Poco me importan ya las piernas hechas bloques de hormigón armado, la fatiga y las náuseas, la desmotivación de algunos tramos donde decía “¿tú estás segura?”, ese viento en contra que no me para más de lo que me encabrita para apretar, o las quemaduras de segundo grado en toda la espalda, brazos y piernas. Lo hecho, hecho está y, sea más o sea menos, es fruto de un proceso muy lento, en el que mi motivación juega toda la partida. Step by step, day by day.

Muchas gracias por enseñarme a montar en aquella BH rosa, la primera que tuve, con sus adornos a conjunto y sus cuatro ruedas (y luego solo sus dos, “de niña mayor”). Muchas gracias por enseñarme a nadar en casa de los tíos Paco y Elo, con aquella burbuja roja horrorosa. Muchas gracias por estar ahí y merecerte ser mi primera palabra. Muchas gracias por darme la mano y ayudarme mientras intentaba dar mis primeros pasos.

Parece otra de mis memeces pero, dime, ¿de qué va todo esto, si no se trata de poner siempre un pie delante del otro? 




miércoles, 13 de junio de 2012

Lo siento






Y no tiene que ver esto con eslóganes futbolísticos en épocas de centenarios, ni con la famosa canción de Madonna (cuya discografía quemaba sin reparo alguno, por cierto).

No puedo escribir los versos más tristes esta noche; y si pudiera, publicaría una irreverente blasfemia al maestro Neruda. Sin embargo, puedo escribir las palabras que se me antojan más difíciles en mi lengua, y en cualquier otra, en esta noche toledana. Tengo algo que contarte, una historia para no dormir. He aquí el cuento de Niñata Pequeña.

Se creía grande. Se pensaba intocable. Arrasaba con lo que fuera si no le gustaba. Decía que para radical, ella y nadie más; que no le valían las medias tintas y que a mentir, "pa' tu puta casa". O cero o cien, y en unos segundos. Era más soberbia que frágil, más rompible y rota que orgullosa. Si hubiese  sido Atila, el caballo Othar le habría parecido un poni. Tenía lo que quería, y no quería lo que tenía. Lo que fuera, era para ya o era para nunca.

Niñata Pequeña no entendía otros puntos de vista si no se los daban totalmente justificados. Niñata Pequeña se creía una hipócrita si no atravesaba a quien odiara con la mirada, si no lo daba todo por los suyos y por nadie más y, sobre todo, si no actuaba en ese momento como le dictaban sus ganas. Ella creía en el fin, y le importaban muy poco las formas. Menos que muy poco. Sabía lamerse bien sus heridas, y no la dejaban sin dormir las hemorragias ajenas.

Un día, a Niñata Pequeña le dio por pensar y quiso crecer. Esta vez, supo que no era aquel conocido capricho de algo que se consigue en un día o se abandona.

Muchas veces no sabe cómo hacerlo, qué puerta abrir, cuándo ir y hacia dónde dirigirse, con lo que ahora se deja llevar por el segundo instinto y no por el primero. De vez en cuando parece que acierta, y es entonces cuando sucede que la vida va ayudando, poco a poco, a que deje de ser Niñata Pequeña. Lleva algún tiempo parándose a ver cómo están los demás que comparten su camino. Se pregunta  por qué las personas actúan como personas, y ya no odia, de buenas a primeras, sino que hace por comprender las circunstancias de cada uno.

Quería ser una vieja loba. Aprendió a autoexigirse un poco más día a día, a progresar de cara a un hoy y a un mañana. Ya no está quieta ni un segundo. Va sin taparse, valorando cada uno de sus lunares, sus pequitas, sus cicatrices y sus cardenales, de todo lo que la hace el más feo de los desórdenes. Sabe que mientras muchos se sientan a esperar algo que creen suyo por derecho, ella lo obtendrá con mucho esfuerzo. Y, si bien se cae durante ese trayecto, no desfallece.

Pero parece imposible mirar al futuro ignorando el pasado.

Llegados a este punto, a la fe de erratas temida por cualquier diario, siento la necesidad de cambiar mi relato a primera persona. No es justo, sino arrogante, cargarle a otra niñata lo que alguna vez esta menda hiciera.

Todavía hoy estoy segura de que cualquier decisión que tomaba estaba exenta de malas/dobles intenciones y que primaba mi código de honestidad; que de no haber sido de esa manera me habría mentido a mí misma y a los demás; y que me equivoqué en las formas no mil, sino dos mil y una veces.

Con veinticuatro primaveras, estoy segura de que me queda todavía mucho que correr por tierra, aire y mar, pero si algo he aprendido es que es necesario emprender el viaje con una mochila bien hecha, desde el fondo.

Por eso, tras mucho tiempo bloqueando recuerdos, tras muchas noches diciéndome que no merecía la pena y que era mejor dejarlo estar, quiero que las palabras que siempre se me atragantan y se pierden a medio camino entre mi garganta y quien me escucha, salgan. Siento verdaderas ganas de pedir perdón a quien hice daño, a quien ignoré, a quien no le di el sitio que mereció, a aquellas personas de quien no me preocupé lo suficiente, y a quien pisé sin querer.


martes, 1 de mayo de 2012

Bienvenido a la República independiente de mi aldea






Feliz día del trabajo. Otro día para festejar señalado en el calendario. Cómo me gusta, ya me estoy relamiendo…

Como buen país de cerdos con denominación de origen, a los ibéricos nos encanta revolcarnos en la propia mierda que soltamos. Nos mola, admitámoslo, quejarnos entre tapitas y cervezas, reírnos con Espeonza por Twitter o ver los montajes de fotos en el caralibro. Luego hacemos poco con la que nos está cayendo encima. Quizá nadie caiga en que somos los únicos arquitectos de lo que nos pase.

Dejemos siniestras derechas e izquierdas derechas al despiporre de lado, olvidemos gobiernos fantasmales de las navidades pasadas que dejan herencias, promesas mucho más invisibles para las navidades presentes y tijeras tétricas para las navidades de un futuro inmediato. Paremos de darle el codazo al vecino de junto (o que venía detrás) cuando nosotros no contamos con la respuesta.

Y empecemos a ver lo que verdaderamente importa. La gente, la peña, the people, el pueblo, everybody. 

¿Nadie más se sulfura por vivir en un país de puercos y chorizos de cantimpalo? En una tierra de amnistías a los golfos que más tienen y de “céntimos sanitarios”, “nuevas tasas a hoteles y hostales” y “nuevos impuestos judiciales y administrativos”. Primo, que mientras tú te partes el lomo de lechón Urdanga se va de rositas previo pago (uf, ¡cómo me cuesta imaginar de dónde va a salir eso!), Camps no dice ni esta boca es mía, Zetapé no asume que la lía parda y el nuevo Mr. President le pone bien el culo a Europa. Tu culo. Ojo al dato, que están contentísimos con él, que va a llegar a los mínimos que le exigen para seguir en la vieja alianza todopoderosa. Y a costa de qué…

Nos vemos, me voy a la sabana africana, que aquí hay más hienas.

Pues claro, churripan, no va a conseguir lo que le piden… Es la gran estrategia de “No, yo no bajo las pensiones, pero subo el IRPF, pongo los despidos en bandeja de plata, propongo impuestos para transportes, gasofa, peajes, luz, hipotecas y ahora, lo más gordo; subo el IVA”. Lo que más debería escamarnos es que nos tomen por solemnes imbéciles dignos de estudio, el “novamás” en lo que a gilipollez suprema se refiere: ¿pero es que no entienden el mecanismo del vídeo? Sí, Mariano de mi vida, el cacharro ese en el que se queda la mentira que sueltas y que cuando te desdices te la escupe en la cara. 

Declaro públicamente mi admiración absoluta a la facilidad que tienen todos los políticos para dormir por las noches, debida, supongo, a la falsa creencia de que nos encanta chuparnos el dedo.

Nos vemos, me voy al outback australiano, a las antípodas de Marranín.

Y por una vez parece que llegamos al acuerdo. Gobierno central, autonomías, ayuntamientos y la madre que los echó a todos cuando se trata de buscarle las cosquillas al ciudadano de a pie o a coche. ¿Alguno ha visto cómo va el ránking de multas en estos últimos años de crisis? ¿Y en estos meses? Si se trata de aplicar copagos, establecer impuestos, EREs (tonto del ciruelo y no te das cuenta de que me lo llevo calentito pa’ gastarlo en coca) y racaneos varios todo quisqui aplaude. Bravo, rabo.

Nos vemos, me voy a un monasterio nepalí, que lo mismo allí están los sindicatos de ley y la prensa fidedigna reflexionando en busca de la verdad.

Hablando en plata, vivo en el país del bombo y la pandereta. En la nación de la feria, del borracho, del paleto y del “cuñado de”. En el hogar de leyes absurdas y políticas segregatorias “antidiscriminatorias”. De publicidad engañosa, de campañas sometidas a una supervisión cerrada de nuestros mandatarios. Los medios de comunicación siguen en los laureles, y esa es la mentira que me digo cada día para no pensar en que simplemente bailan al son de la guitarra, azul o roja, que más monedas les deje. Sólo nos importan las guerras que se resumen en manteca (con el bigotes del cuaderno azul sólo existía Irak, mientras que había otros 39 conflictos simultáneos). Nos tiramos días y días con el puto pie de un niño tonto, hijo de deficientes, nieto de excelencias rancias y heredero de una mala educación en cuanto a armas de fuego (cómo se nota que a los niños del pueblo llano les dan azotes en las manos añadiendo un “no se toca lo que no es tuyo”). Ganamos una copa mundial y es lo único que ocurre en el planeta. En verano hay olas de calor sofocante y en invierno lluvias. Gracias, telediario, tú siempre tan observador.

Nos vemos, me voy a la selva venezolana, ahí las víboras tienen piel de víboras, y no tienes que esperar a que su lengua viperina te embelese para reconocerlas.

Pero no vemos que un impactante tanto por ciento de la población española está por debajo del umbral de la pobreza. No caemos en la cuenta de que en Islandia echan a sus políticos, encierran a sus banqueros y todo les va mejor. No nos cegamos como deberíamos por el fuego de los contenedores en Grecia. La primavera árabe y la ocupación de plazas en El Cairo no nos alumbran para desafiar sistemas anticuados y promesas de bienestar incumplidas. Mejor dejemos que el nuevo gobierno nos prohíba reunirnos y manifestarnos; ya dan igual acampadas, indignaciones, asambleas y pancartas. Mejor quedémonos impasibles ante su falta de compromiso y la de los que le precedieron. ¿Nadie se pregunta cuántos sets le quedan a este partido de tenis que ya cansa?

Nos vemos, me voy a cualquier montaña del cuerno de África. Los buitres se ven a kilómetros, y no desde que ya los has votado.

Lo mismo la rubia es tonta, y no cae en la verdadera idiosincrasia de la necesidad imperiosa de tantos miembros y miembras (gracias, revisor de Word, por señalar tal blasfemia en rojo; tú sí que me entiendes) de todas las facciones políticas. 3 veces más que las fuerzas de seguridad del estado. Y mientras congelamos algunas oposiciones, hacemos que otras desaparezcan o convocamos un número de plazas de mierda para las necesidades de la creciente población. Recortes en desarrollo empresarial, recortes en educación, recortes en investigación. Y la Pilarica con manto nuevo, que no se resfríe.

Nos vemos, me voy al Congo, que he oído que allí cuidan mejor a los cachorros del bicho que sea que aquí a nuestra juventud.

“La amiga de”, de formación dudosa, es consejera máxima de Perico Palotes, el boss. Tiene don de gentes y una gran capacidad de resolución de problemas, por lo que cobra con muchos ceros. Licenciados en periodismo, con las mismas competencias resolutivas y que se quieren quedar en su tierra, se dedican a entrenar al equipo de natación del pueblo por minucias, o si viajan pueden trabajar en un restaurante hasta que aprendan el idioma y puedan ejercer para lo que se han formado. Yuhu. Ingenieros que cobran cuatro veces más bajo otra bandera están a la orden del día. Gente con 5 idiomas que se dedica a coger becas que empiezan a escasear, a hacer cursos y desplazarse, si no tienen la “suerte” de encontrar un trabajo en el que se les considere el jarrillo de lata o parche que vale lo mismo para un roto que para un descosido. Otros piden que se les devuelva el tiempo de estudio invertido para exámenes que no se van a celebrar. Y todavía nos atrevemos a preguntar que a qué se debe tal fuga de cerebros. 

Me parece que fuera ayer cuando veía las caceroladas en Argentina y pensaba que eso no nos podía pasar, que en Europa el esfuerzo se reconoce, los ladrones y demás delincuentes van a la cárcel y pierden el aprecio de los gobiernos, que las políticas son justas e igualitarias, que los sindicatos abogaban por los derechos del trabajador y que sabríamos sacarle el máximo partido a la tierra, el clima y la cultura cuyo amparo se nos ha dado desde que nacimos. ¡Qué chica era!

Si nuestros padres, abuelos, predecesores o demás personas que lucharon para darnos el bienestar del que hasta hace poco gozábamos levantaran la cabeza, después de darse con la tapa se volverían a acostar y también dirían “nos vemos, cojo las maletas de nuevo y me voy a Suiza o a Alemania, con todo el dolor de mi corazón, que se destripen unos a otros todos los gorrinos”. 

Cuando la encuentre, sed bienvenidos a la República independiente y laica de mi aldea. Sí, república; sin reyes cazadores impuestos por nadie sabe quién (o todos sabemos quién; y sin viejos jefes, parciales y ciegos). Sí, independiente; sin organismos internacionales ante los que ponerse en pompa. Sí, laica; sin fondos destinados a la religión de sólo algunos. Mejor que cada uno nos paguemos nuestras drogas. Y, sobre todo, sí, de mi aldea; preocupada por la tribu, las personas que allí habiten.

lunes, 23 de enero de 2012

Yo, mi, me, conmigo o "de cómo me limpio el culo y me sabe rico”



Ego ipse sum. O, tras tomarme la licencia de realizar lo que se conoce como traducción libre: “deja paso que llego yo, nada más y nada menos, y no te estoy viendo besar por donde piso”.

Los grandes pensadores de nuestra época no están ninguno en un laboratorio (¿averiguando qué?). Ni encerrados en bibliotecas (¿documentándose para qué?). Ni en un monasterio perdido en la montaña (¿por dónde, dices?). Ni en la NASA (¿mande?).

Esos son pringados de tres al cuarto. No hagáis ni caso, que aquí los que cuentan son nuestros Einsteins de andar por casa. Valientes héroes anónimos que con su blanco corcel y su ordenador o smartphone por espada y escudo (¡qué fácil lo tenemos ahora!) luchan contra la gran represión de aquellos que, a su juicio (el único y omnipotente siempre), no permiten libertad de expresión alguna.
Yo, porque soy yo y no otro, dónde vamos a parar, me encuentro en la valiosa misión de decir lo que a mí (aprovecho para decir “¡viva yo!”, que ya me lo voy mereciendo) se me pasa en este instante por mi bendita cabeza, y los demás son tan inteligentes y educados como para no contradecirme jamás, da igual cómo lo haya soltado, porque los santos efluvios de mis pensamientos (no de los tuyos, no, de los míos, de los míos) son tan mágicos como indispensables, tan acertados como infinitos y tan ecuánimes como veraces, porque mi verdad es la única circunstancia que puede entenderse y otro planteamiento jamás cabría. ¿O cupería? No sé, tenéis que (Ojo, que es vuestro deber) entender mis circunstancias: YO (así, que en mayúscula me gusto más) sólo he acabado mis estudios primarios y me he tatuado la cara de Belén Esteban en el brazo, la patrona de todos los que defendemos nuestras opiniones, medios de comunicación y difusión en mano, sin que nos importen más factores mundanos.

Factores mundanos tales como el idioma, en general, o la argumentación, en concreto. Yo (uf, qué cosquilleo, no me cansaré de repetirlo), en este código lingüístico que es el español, utilizo las palabras como yo, en la amplitud de mis conocimientos, sé qué son. Jamás me rebajaría a buscar en un diccionario estas dos palabras cualquiera porque vosotros las malinterpretéis, ya que ambas (¿ambas dos? ¿o en eso no tengo que repetirme porque no va de mí?) significan lo que sé.

Argumentación, ¿quién te necesita a ti a la hora de expresar una opinión? Si lo importante es que se suelte como sea, y que luego los demás la respeten, sea cual sea. Esta digna persona opina (ya he dejado caer el comodín, ahora no hay dios que pueda parar la sarta de gilipolleces que podría llegar a decir) que eso que tú te has encargado de buscar o hacer para los demás (con tu tiempo invertido, tus conocimientos al respecto, etc.) es una mierda. Punto. Mientras me rasco a dos manos. Y hasta que no respondas (acribillándome, porque una respuesta no es otra cosa que una violación a mi exquisita percepción de las cosas), no te digo por qué pienso lo que pienso. Y ya, donde dije digo, digo Diego, pero hasta que tú me cuestiones, si lo haces, nuestro gran público se queda con lo principal, lo que yo he pensado. Porque… ¿a quién no le importa lo que a mí, esa persona que en mis estados pongo el sagrado pronombre de primera persona en mayúscula ante todo, me ocurre? ¿Cómo os voy a dejar sin esos pedacitos de mi todopoderoso cerebro?

Muchas veces temo que esta pequeña parodia que acabo de representaros sea la regla vigente, y no el destello ególatra de unos cuantos que confunden libertad con libertinaje y que, cuando se les pide explicaciones (no cuando se les acalla, que eso sí es la abominable censura) se sienten atacados, defendiéndose al grito de “es mi opinión y la respetas”.

No. Mal. Muy mal. Craso error. Una valoración, por muy subjetiva que sea, debería ir acompañada de una línea de argumentación que haga que el resto de seres humanos entiendan la razón de ser de la publicación en concreto. No puedo soltar lo que sea, cuando sea, como sea y a quien sea y, para más INRI, esperar que todos respeten siempre lo que digo, porque no hay lugar a error en mis planteamientos. Podría encontrarme con algo que mis blanditas orejas, anestesiadas por los algodones del libertinaje de expresión que vivimos no están acostumbradas a escuchar: “¿quién carajo eres tú?” y “¿a ti quién coño te ha preguntado?”.

Esto es mi humilde apreciación, que soy una dentro de ese grueso de siete mil millones, pero creo que podría llegar a entender, y mi corazón no quedaría azotado vilmente, si me decís que preferís limpiaros vuestras partes nobles con ella. Servíos.