domingo, 14 de noviembre de 2010

Columpiándome...

Columpiarse no es otra cosa que ir de un lado a otro rápidamente y casi sin pensar...
Puedes disfrutar como un enano o te puedes caer de boca y partirte los dientes.
Supongo que así estoy yo, como en una foto vieja, agarrada a un columpio, mientras mi cerebro dicta si en este microsegundo estoy feliz o si tiene que empezar a enviar agua al lacrimal.
Siendo objetiva, su tiempo se ha parado paulatinamente y casi sin darse cuenta, rodeado de los suyos y sientiendo su amor.
Si me dejo llevar por la pasión, el egoísmo y la emoción, simplemente... no puede haber ocurrido.
La bipolaridad de mis sentimientos en estos días se ha topado directamente con mi comportamiento.

Empieza a moverse el columpio...

y estoy delante cuando sé que he aprendido a ser una animadora, que tengo que ayudar a quien lo necesita más que yo, y que no debo parar de sonreir porque, donde las palabras sobran, en el corazón de alguien afligido, solo llegan una mirada cómplice y una sonrisa.
Pero para el balanceo, también tengo que ir hacia atrás, y desde detrás de las barras de mi columpio lloro disimulando, me escondo y recuerdo lo que debería olvidar...

Quisiera que se parara en lo más alto, de cara al solito calentito, reir y sacar lo más positivo de mí para compartirlo con los míos.
Una vez me enseñaron que "el scout sonríe y canta ante las dificultades", y lo he convertido en mi lema de vida, porque sin mi familia y mis amigos no está completa mi manada, y a ellos y a mis sueños me debo.

Pero no puedo evitar decirte, abuelo, que, si ya has llegado, les des un beso a papá y a susana, porque les sigo necesitando.

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