miércoles, 6 de marzo de 2013

Paredes...



Frankfurt, 29.01

Grandes personas, de ésas que les dan más vueltas al coco que para pensar qué va a conjunto con qué, han llegado a admitir que estas cíclicas temporadas de crisis deben verse como verdaderas oportunidades únicas, como diamantes en bruto, y que nos sirven para aprender.
Oportunidades que nos ayudarán a retarnos a nosotros mismos, a dar lo mejor que tenemos entre las viscerillas en pos a un objetivo marcado, a un sueño o a cualquier proyecto que tengamos entre manos.
He de admitir que veo las situaciones precarias como momentos de destape.
Es muy fácil que los amigos sean amigos viendo el último éxito de Spielberg con la merienda por delante. Juega a darles una ruta con falta de agua, escasez de alimento, la frustración de haberse perdido, cansancio o demás características propias de cualquier medio hostil.
Quítale a esa gachí de la primera cita el maquillaje, los tacones y el wonderbra, y ponle el único e indiscutible pijama de “vuelta a casa después de doce horas harta de currar”.
Dales a unos amigos de universidad un trabajo en distintos países o un volumen de tareas considerable y diles que se vean el domingo.
Dale a un empresario una baja en las ventas, y que el encargado ronde por el lugar del delito en el momento exacto.
No le des de comer al perro en un mes, a ver si te muerde la mano o sigue moviendo la colita por verte.
Dale a una pareja distancia.
Sólo debes unir algún factor limitante, asfixiante o algo jodidillo a una relación humana cualquiera… Destape. Ahí lo tienes. Es en las situaciones complicadas donde verás quién es quién, quién quiere/ se preocupa por qué, y cuál es su implicación con la causa. Ahí ves al valiente, al trepa, al idealista, al positivo, al que grita “se hunde el barco”, al inseguro, al loco… Ante un terremoto están los que van a ayudar a reconstruir la ciudad y salvar el mayor número de vidas posible; y los que se encargan de arramblar con todo lo que queda y formarse un buen botín. Siempre fue así; lástima que la vida sea injusta y recompense al que menos lo merece, pero asumirlo es un gran paso para sentirnos orgullosos de nuestros actos. 

Quizás es en los momentos difíciles cuando te das cuenta de lo que significa la palabra "hogar", o de dónde necesitas estar para sentirte protegido y completo.

Puede ser que ya mi hogar no tenga paredes, esos muros de contención para lluvia, calor, frío y problemas. Puede que ya no se emplace en la antigua carretera de Sevilla-Huelva únicamente, y no tenga sofás de color naranja y cama púrpura y turquesa.
Puede ser que casa no sea el sitio donde sentirnos reconfortados, sino las personas que se encargan de ello. Encontrarnos enfermos o tristes y que alguien venga con una película, un edredón y un abrazo. Estar felices por algo y pensar en el receptor de la primera llamada para contarle la alegría del momento.
Cuando los kilómetros los mides por miles día a día, la velocidad comienza en el nivel “acojonante” del velocímetro, y cuando desayunas en las Islas Canarias o sobrevolando la costa africana, almuerzas por Frankfurt y cenas en Madrid entiendes que “casa” y “paredes” sólo pueden referirse a aquellos que son tus cimientos, tus puntos de apoyo, con los que quieres mirar a través de ventanas altas y tocar todos los techos de tu vida. 
Es en momentos de problemas cuando entiendes por fin que un refugio no es un "que", sino un "quien".