Jamás dejaría que me abrieran cualquiera de mis cuadernos. Ellos muchas veces guardan como un profundo secreto
realidades que no llegaron a ser, en esos momentos. Es, cuando pasa el tiempo,
que me doy cuenta de lo importante que es no tirarlo todo. Habrán caído las
fotografías y los regalos en la basura, pero siempre viene bien recordar por qué
sinfín de pensamientos estuve pasando en cada momento. Los mejores momentos, y
los más débiles, tras algunos de esos días de tormenta infinita que se me
antojaba que nunca acabaría. Este pequeño retal de una vida de un tiempo pasado ya cuenta con sus meses…
xx/xx/ 2013
Cuando sepas de mí, tú disimula. No les cuentes que me
conociste, ni que estuvimos juntos, no les expliques lo que yo fui para ti, ni
lo que habríamos sido de no ser por los dos. Primero, porque jamás te creerían.
Pensarán que exageras, que se te fue la mano con la medicación, que nada ni
nadie pudo haber sido tan verdad ni tan cierto. Te tomarán por loca, se reirán
de tu pena y te empujarán a seguir, que es la forma que tienen los demás de
hacernos olvidar.
Cuando sepas de mí, tú calla y sonríe; jamás preguntes qué
tal. Si me fue mal, ya se ocuparán de que te llegue. Y con todo lujo de
detalles. Ya verás. Poco a poco, irán naufragando restos de mi historia contra
la orilla de tu nueva vida, pedazos de recuerdos varados en la única playa del
mundo sobre la que ya nunca más saldrá el sol. Y si me fue bien, tampoco tardarás
mucho en enterarte, no te preocupes. Intentarán ensombrecer tu alegría echando
mis supuestos éxitos como alcohol para tus heridas, y no dudarán en arrojártelo
a quemarropa. Pero de nuevo te vendrá todo como a destiempo, inconexo y mal.
Qué sabrán ellos de tu alegría… Yo, que la he tenido entre
las manos y que la abracé como a la niña pequeña más preciosa, quizás. Pero
ellos… no. Ni puta idea.
A lo que iba.
Ellos no pueden imaginar lo que sentirás cuando sepas de mí. Nadie
puede ni debe, hazme caso. Sentirás el dolor de esa ecuación que creímos
resuelta, por ser incapaces de despejarla hasta el final. Sentirás el incordio
de esa pregunta que jamás supo cerrar su signo de interrogación. Sentirás un “qué
habría pasado si”. Y sobre todo, sentirás que algo entre nosotros siguió
creciendo incluso cuando nos separamos. Un algo tan grande como el vacío que dejamos al
volver a ser dos. Un algo tan pequeño como el espacio que un sí le acaba
siempre cediendo a un no.
Pero tú aguanta. Resiste. Hazte el favor. Háznoslo a los
dos. Que no se te note. Que nadie descubra esos ojos tuyos así, subrayados con agua
y sal.
Eso sí, cuando sepas de mí, intenta no dar portazo a mis
recuerdos. Piensa que llevarán días, meses o puede que incluso años vagando y
mendigando por ahí, abrazándose a cualquier excusa para poder pronunciarse, a
la espera de que alguien los acogiese, los escuchara y les diese calor. Son
aquellos recuerdos que fabricamos juntos, con las mismas manos con las que
construimos un futuro que jamás fue. Son esas anécdotas estúpidas que sólo nos
hacen gracia a ti y a mí, escritos en un idioma que ya nadie practica, otra
lengua muerta más que calló después de unos años de existencia. Dales cobijo. Préstales algo, cualquier cosa, aunque sólo
sea un poquito de tu atención.
Porque si algún día sabes de mí, eso significará muchas
cosas. La primera, que por mucho que lo intenté, no me pude ir tan lejos de ti
como yo quería. La segunda, que por mucho que lo deseaste, tú tampoco pudiste
quedarte tan cerca de donde alguna vez fuimos felices, aunque fuera un minuto,
un día, una semana... Sí, felices. La tercera, que tu mundo y el mío siguen con
pronóstico estable dentro de la gravedad. Y la cuarta, por hacer la lista
finita, que cualquier resta es en realidad una suma disfrazada de cero, una
vuelta a cualquier sitio menos al lugar del que se partió.
Nada de esto debería turbar ni alterar tu existencia el día
que sepas de mí. Nada de esto debería dejarte arrastrada ni vencida. Piensa que
tú y yo pudimos con todo. Piensa que todo se pudo y todo se tuvo, hasta el
final.
A partir de ahora, tú tranquila, que yo estaré muy bien. Aparte
de lo que me pase, me conformaré con que algún día sepas de mí. Encontraré reconfortante que alguien vuelva a a morderte de alegría, con el hambre que
siempre me pediste. Me vale con saber que podrás decirle todos los "te quiero" que
te reservaste y guardaste por el miedo al rechazo de un silencio, mío. Me basta con
saber que algún día mi nombre volverá a rozar tus oídos y a entornar tus
labios.
Por eso, cuando sepas de mí, no seas tonta y disimula.
Haz ver que me olvidas… y me acabarás olvidando.