miércoles, 28 de septiembre de 2011

londoners





Prioriza tus opciones y enfoca tus esfuerzos en los objetivos marcados, por orden. Coloca primero las piedras grandes, que luego tendrás sitio para los guijarros, y ya irá cabiendo la gravilla… Al revés nunca.
Ésa era una de las conclusiones a las que llegaba una dinámica que me hicieron una vez, y parece que, una década después casi, la que ahora es maestra y no pupila empieza a entenderlo o a practicarlo.
Quizás todo este torbellino que me rodea sea una de las razones por las que hace más de un mes que no escribo (que no publico, más bien).

Hace algunas semanas vi Closer, película donde las haya, que tiene como marco la ciudad de Londres.
A raíz de ello, pensé en hacer un recorrido, como hice con Kandersteg o con mi Andalucía, por la ciudad que fue mi casita temporal, y en la que disfruté tanto, tanto.
Donde llegué cual Alfredo Landa del pueblo para convertirme en una sevillondoner de bandera. Quería unir frases de nostalgia a fotos en blanco y negro sobre puentes que atraviesan el Támesis. Aunar sensaciones de paz a imágenes de parques naturales llenos de verdes abetos ingleses. Rememorar pensamientos fugaces cuando veía en un hervidero de cualquier mañana de mi vida gente de todas razas, etnias, religiones, edades, tribus urbanas... que paseaban cerca de Candem Town o parejitas que se quedaban por Little Italy. Juntar impresiones y recuerdos a imágenes con “big red buses” o frente a las Cámaras del Parlamento, que tantas veces han estado a poco de explotar si nos acordamos de cómics como “V de Vendetta” o de “Sherlock Holmes”. Sentirme un poco el ombliguito del mundo solo por estar pisando el meridiano de Greenwich. Hablar de mis experiencias y contar las historias “inglesas” que en mí dejaron tanto y que hacen que sea quien soy hoy por hoy.

Pero no tengo tiempo. O ganas. Ya veré qué digo.